Una historia, una victima, un motivo.

El mundo se encarga de romper la primera inocencia,

Dichoso quien alcanza la segunda.

domingo, 10 de octubre de 2010

Como los Intocables de la India.

Era mi cumpleaños undécimo, los suspiros del viento
despertaron mi aura y mis pupilas conocieron
el aurora del amanecer.
la señora de hermosos ojos me dio los buenos días
y era yo ese día,una señorita, lo sabia por la mancha de 
sangre en mi túnica.
La fiesta estaba alegre, jugaba yo en las fuentes
y los peces besaban mis dedos, cuando Jabel me sorprendió.
-Feliz cumple años. me dijo con la misma sonrisa de oreja a oreja
-hola,gracias. le dije
- te hice algo.dijo llevando su mano a su bolsillo.
era un hermoso brazalete de cuero con delfines y estrellas doradas.
- es precioso!. le dije mirando los delfines y estrellas.
Todo iría bien, según mi pensar, las semanas pasarían y seguiría
los pasos hasta ser como una mujer adulta.
 Pero solo tenia once años y al parecer a Samet no le eran suficientes,
Samet era mi señor, el señor de la villa, el esposo 
de la señora de hermosos ojos. 
Él tenia tres hijos con los estudié en una glorieta 
del espacioso jardín.Sael, Juke y el menor de cinco años Sahít.

Las tardes de juegos se me eran remotas, los peinados exóticos 
con Selin, la hija de una camarista, eran invisibles a la vista, 
las carreras cerca del rió con Jabel eran solo recuerdos perdidos.
Desde ese día, todo quedo encerrado en una cajita de cristal, tan puro
tan grueso, imposible de abrir, de romper, 
y volver a ser la niña de siempre.
La que separaron de su madre, de su padre el extranjero 
y de la hamaca donde nació. Si, esa era yo...

Tres noches después de mi cumpleaños, lavaron mis manos,
peinaron mi melena, sacaron los zapatos de mis pies y él, me esperaba
sentado en su ilimitada cama, el dragón del umbral me causaba escalofríos,
sus pupilas rojas me ahogan con el frenesí en mi respiracion.
No espero nada para complacerse y despojo mi sari en segundos, hizo
añicos mis labios, mis lazos cayeron al suelo y en una lentitud inmensa 
vi mi vida pasar en la mirada.

No iba a llorar, debía ser valiente, como Varuna y su ley justa 
esa era la forma de ser mujer o tal vez dejar escapar lo único 
que permanecía conmigo desde los primeros latidos de mi origen.
Tomo mis muñecas y las apretó tan fuerte
que parecían romperse, mi sangre se detuvo y mis venas gritaron,
apreté los labios, sentía que mi ombligo hiba a estallar, 
entonces una lágrima rodó por mis mejillas. 
Nadie lo veía, nadie sabia lo cruel que Samet hacia, 
solo Sángala, que a la derecha en una almohada estaba
callada observando los segundos interminables de mi condena.

Por primera en vez en mis arduos años de vida, soñé ser como los
intocables de las afueras.Los que el pueblo no se atreve a tocar,
por que son pobres e impuros, por que usan los vestidos de los cadaveres,
por que nacieron intocables....

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