En una copa de cristal el suspiro encerrado emite
una lágrima de esperanza, y ella la mujer de risos negros
canta.
los girasoles de los montes visten el Edén de
gilnardas y los luceros del cielo ciñen
su ademán de tristeza.
Ella viven en el cristal de las copas, ella es así
de frágil y su debilidad se limita solo
a llorar.
Sus uñas en la guitarra emiten notas de alegrías,
las que se perdieron en las calles de Gaza,
las que fueron protagonista de una historia
sin final y al final las alegrías, yacen.
La vida en el cristal es desnuda, fría y helada,
muda y llena de suspiros que apanan la
imagen del exterior y por dentro
matan.
Como la vida en los cristales, vestida de
blanco canta y baila la fiesta
del hurto, el hurto de la moral,
del alma, el hurto escondido de su
belleza.

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